Imagina que una persona camina por el bosque y ve a un perro pequeño bajo un árbol. Al acercarse a él, su respuesta inicial es: “¡Oh, que bonito!”. Cuando se inclina para acariciar al perro, éste se abalanza sobre él, gruñendo y enseñando los dientes. Entonces, la persona pasa de ser amistosa con el perro a mostrarse enfadada o asustarse, gritando incluso: “¡Perro malo!”. Sin embargo, cuando la persona observa con mayor profundidad al animal, cuando le mira de cerca, descubre que la pata trasera del perro está atrapada en una trampa. El perro está muy asustado y sufre. De nuevo, se produce un cambio en la persona, diciendo: “¡Pobrecito, necesita ayuda!”. Es en este preciso momento cuando la persona se da cuenta de que, dentro de esta criatura que gruñe y muerde, también hay dolor. El perro está sufriendo.
Antes de continuar, me gustaría hacerte algunas preguntas:
- ¿Qué te ha parecido esta historia?
- ¿Has caído en la cuenta de algo?
- ¿Se asemeja a alguna experiencia que hayas vivido?
- ¿Te ayuda esta lectura a considerar algún cambio?
Concédete unos momentos para responder antes de continuar leyendo.
Cuando leo esta historia, me gusta reflexionar sobre las discusiones y, concretamente, sobre las dificultades en la comunicación cuando las personas mantenemos una discusión.
En ocasiones, cuando sacamos a la luz un tema importante, nos ponemos a la defensiva, “gruñimos y enseñamos los dientes”, como el perro de la historia. Se podría decir que “sacamos el escudo”. Sin embargo, si miramos un poco más, si observamos con mayor profundidad, podremos ver que detrás de ese escudo, detrás de esos gruñidos, hay dolor. Queremos sentirnos mejor, pero, en lugar de hablar desde el corazón, a veces, lo hacemos desde la rabia.
Hoy, me gustaría plantearte otras opciones para que empieces a experimentar cosas distintas cuando detectes que esto ocurra.
Imagina que te pillas a ti misma con ganas de pisar (o pisando ya) el acelerador del “gruñido” o de “sacar el escudo” en una discusión. ¿Qué puedes hacer? Te presento algunas preguntas para ayudarte a generar tus propias soluciones.
Pregúntate a ti misma/o:
- ¿Cómo es más probable que responda la otra persona si le hablo “sacando los dientes”?
- ¿Quiero hablarle desde ahí o hay otro lado mejor desde el que pueda hablarle?
- ¿Qué sería bueno recordarme a mí misma para “bajar mi escudo”?
- ¿Cómo sería hablarle desde el corazón?
- ¿Cómo sería decirle lo que pienso o siento desde lo mucho que aprecio a esta persona?
- Si tengo todo esto en cuenta, ¿cómo está mi cuerpo? ¿le estoy mirando a los ojos o esquivo su mirada? ¿hay cierto contacto físico entre los dos o me alejo un poco físicamente?
Vamos a irnos al otro lado. Imagina que notas que la persona con la que estás manteniendo una discusión está “sacando los dientes” o “sacando el escudo”. Algunas preguntas que pueden ayudarte a saber qué hacer son:
- ¿Cómo puedo responder para probabilizar que la persona que tengo delante “baje su escudo”?
- ¿Puedo ponerme un momento en sus zapatos para tratar de entender cómo se siente?
- ¿Es posible que detrás de sus “gruñidos” haya alguna otra emoción?
- ¿Qué es lo más profundo que nos une?
- ¿Podría ablandar la conversación poniendo en valor lo que la otra persona significa para mí?
- ¿Mi cuerpo expresa acercamiento o distanciamiento?
- ¿Cómo sería mi comportamiento en esta discusión si pusiera por delante el cariño que siento por esa persona?
Espero que este post te ayude a identificar y modificar aquellas limitaciones que estén presentes en tus discusiones. Y, si necesitas un poquito más de ayuda, recuerda que estoy aquí para acompañarte en tu proceso.
Un abrazo gigante,
Desiree.